Al dormir, el organismo incrementa, entre otras cosas, la producción de sustancias que regulan y aumentan la respuesta inmunitaria, la regeneración orgánica, la síntesis de la hormona del crecimiento, la maduración neuronal, la regeneración de procesos mentales y de aprendizaje, así como el almacenamiento de la memoria a largo plazo.
La falta de sueño puede provocar en el niño comportamientos de aislamiento, angustia y actitudes agresivas. Muchos problemas de cansancio, falta de rendimiento escolar e incluso retraso de crecimiento se explican por una desincronización con el denominado reloj biológico que gobierna nuestro sistema nervioso.
Por todas estas razones se hace necesario preservar el sueño de cada niño. Es importante que los padres cuiden el sueño de sus hijos como un hábito desde los primeros meses de vida. Esto determina un rol primordial de los padres para proteger la higiene del sueño de los hijos como parte de su crianza y educación.
Sin embargo, hoy en día, muchas veces por el desconocimiento de los riesgos que entraña, se produce en muchas familias una patente relajación de las normas que regulan la vida cotidiana, provocando, entre otras consecuencias, una erosión de los límites horarios para ir a dormir de los más pequeños.
Según un estudio realizado por la Universidad de Navarra, el 60% de los niños encuestados ven la televisión después de las diez de la noche, porcentaje que asciende al 85% los fines de semana, además, el 64% de los padres no controla la televisión que ven sus hijos. Otro dato que apuntala el exceso de televisión que devoran los niños es que se calcula que en España los menores de entre cuatro y catorce años pasan más tiempo utilizando la televisión y otras pantallas (990 horas al año) que en el colegio (960).
Todos sabemos que la televisión tiene sobre los niños un efecto magnético. La focalización de la atención a este medio es debida a la fascinación que produce la conjunción de imágenes y sonido. Es fácilmente comprobable por la mayoría que cuando un niño está conectado a la televisión es muy difícil que nos preste la atención debida. Sin embargo, no debemos dejar que nuestros hijos queden hipnotizados por el medio y mucho menos que éste sea el que organice los horarios de descanso de la familia.
Los expertos alertan que los niños preescolares (3 a 6 años) deben dormir una media de entre 10 y 12 horas, los escolares (6-12 años), 10 horas, los adolescentes, 9 horas y los adultos, 8 horas. Éstos previenen sobre la importancia de mantener las rutinas en los niños y especialmente una higiene a la hora de descansar para que no se produzca una merma en la concentración que pueda repercutir en sus resultados escolares y una mayor irritabilidad que afecte a su sociabilidad.
Los padres debemos asumir que el sueño del niño debe ser tenido en cuenta y orientar a nuestros hijos en el consumo responsable de las pantallas para evitar los perjuicios que los malos hábitos puedan conllevar. La Asociación de Pediatría Norteamericana daba una serie de consejos a los padres para ayudarles a organizar mejor los horarios de descanso de los pequeños que creo que podríamos aprovechar: limitar el tiempo de exposición al televisor de los menores a 1 ó 2 horas como máximo, retirar la televisión de las habitaciones, seleccionar las programaciones y ver la televisión en familia.